Seleccionar página

Domingo 9 de julio de 2017. Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, puerta de embarque del vuelo VN05071964 que nos tiene que llevar a casa. Ahora recuerdo que Judith me dijo que nos sentaríamos separados… ¡Qué penilla! ¡Con las ganas que tengo de agradecerle el fin de semana que me ha regalado!

53 años hice el jueves. Después de varias semanas haciéndome la puñeta casi cada día diciéndome “¿no tienes ni idea de tu regalo?”, “¡ni te lo imaginas!”,“déjate el fin de semana libre”, llama Kinito y “estimat gendre, no tienes ni idea del regalo que te vamos a hacer?”,¡jajaja!, Laura “juas-juas, ya verás qué gracia”, ¡muy chistosa es mi family! va y me regalan un fin de semana a Madrid, me prometen repleto de tranquilidad y alguna que otra emoción. En shock, me quedé en shock…

Pues nada, el sábado a primera hora, aeropuerto de El Prat, y avión para Madrid. De camino le dije que me apetecía un fin de semana de tranquilidad. Llevamos un año que entre el máster digital de Judith, el traslado de la empresa, y una infección subcutánea, que lo que es tranquilidad más bien poco…

Al llegar a Madrid llamamos un taxi y al hotel, que ¡vaya hotel!, “una oferta” me comenta, “tiene piscina y un buen desayuno”. Para nosotros ideal, nos gusta el buen yantar y con el calorcito que hace, la piscina es un buen plan.

Pero no, Judith y yo no nos íbamos a quedar en el hotel. Maletas en recepción y consultamos dónde desayunar, y cae una tortilla de patatas que, a mí me gusta con cebolla. Esta no la llevaba, pero estaba espectacular. Con otro cuerpo, la intención era coger el metro: estábamos a tocar de la plaza de toros de Las Ventas y nos llevaba al centro en pocos minutos. Pero no: consultamos qué había en Madrid el sábado, y ¡bingo! un mercado vintagecon tiendecitas y paradas de artesanos, camiones gastronómicos y música en vivo en el Museo del Ferrocarril. Se llama “Mercado de Motores Vintage&DesignMarket”, junto al metro Delicias, y cierto que es delicioso.

Las enormes máquinas de tren, escuchar a unos cubanos que tocaban con el alma, y pasear al lado de Judith. ¡Fantástico! Ella compró una camiseta a una pareja de jóvenes emprendedores, que al ser decorada en serigrafía no pude resistir la tentación de darles algún pequeño consejo.

Deformación profesional, claro. Un llaverito moderno para el cuñado y ahora ya sí para el centro… ¡Pues no! Resulta que la zona de tapeo que ahora está de moda en Madrid es Malasaña. Cogemos un taxi y consultando aparecemos en el Verbena Bar, pequeño barecito de gente moderna donde pedimos unos “tigres”. Mientras estamos allí buscamos donde ir, pues teníamos hambre… ¡A Casa Macareno, a Casa Macareno! ¡Oh! ¡Mmm! Un bacalao rebozado con alioli de una parte del lomo que nos dijo el chef. ¡Oh! ¡Qué bueno! Y entonces sí, ya nos vamos al centro. Callejeando, entramos en otro barecito donde una tierna cecina en montadito fue nuestra presa, y ya está… para el hotel, a descansar un poquito que después de tantas emociones…

Nos vestimos con nuestras mejores galas. Judith está radiante. Nos espera el plato fuerte del cumpleaños, ir a ver el musical El Rey León, dirigido por Sergi C., el que fue nuestro primer director musical en el coro de góspel donde nos conocimos. En la fiesta de despedida de Sergi, nos dimos nuestro primer beso. Esa noche no acabó bien: demasiado alcohol.

Sergi me envía un mensaje diciendo que al terminar la obra saldrá para vernos y enseñarnos el interior del teatro. Llegamos al teatro, nos hacemos una autofoto y el primero que pone me gusta es Sergi desde el atril. ¡Jajaja!

“Naaaantsingonyamabagithi baba”. ¡Por favor, qué voz, pelos de punta, ya está, ya estoy inmerso aquí y ahora, disfrutando, mirando todo lo que pasa en el teatro, el percusionista, Sergi que dirige saltando, mil representaciones y sigue saltando, cómo me gusta estar aquí, cómo me gusta estar así… Judith me mira y sonríe, me seco las lágrimas, ahora sale Mufasa, soplo, me relajo, y disfruto de todo, lo saboreo todo,  le cojo la mano, y la miro…

#graciasvida

Buenas tardes, Sras. y Sres. el comandante y toda la tripulación, les damos la bienvenida a bordo del vuelo que les llevará a Barcelona… A la izquierda una chica joven con los cascos puestos. A la derecha otra chica con la tablet. Yo tengo el móvil en la mano y… ¡tengo faena! Nati, mi terapeuta, me dijo: “Has de escribir tu testimonio”.

¡Pues venga!

TESTIMONIO

Nací el 5 de julio de 1964 en el seno de una familia trabajadora, a primera vista sana y normal, cuya única meta era trabajar y aparentar ser feliz. Me saqué el graduado y estudié el primer grado de FP, rama delineación. Empecé a trabajar a los 16 y creamos empresa propia con mi hermano. Deportista activo hasta los 19, seguí vinculado al deporte hasta los 30, cuando una lesión y otras cosas que contaré más adelante me apartaron del deporte activo.

FAMILIA

Mi padre era un hombre aparentemente ordenado y formal, tradicional, perfeccionista, de profesión ebanista y muy válido para cualquier labor de paciencia. De joven, deportista aficionado y de Acción Católica, enamorado de la montaña. Cada día cogía el autobús impecablemente afeitado y perfumado e iba a trabajar luciendo una de sus corbatas, habitualmente sonriente. En mi etapa de waterpolista, que duró 10 años, solo me vino a ver a un partido. No podía con el vaho de la piscina, me dijo. A partir de los 19 jugué al futbol y en el primer partido que no salí de titular me comentó que para eso no venía. Nunca más vino a verme jugar. En los aproximadamente últimos 10 años de su vida, todos los viernes y festivos cogía el tren y se iba a una casita que teníamos en la montaña. Era su refugio de evasión y consumo. Sí, consumía alcohol a diario, no siempre en exceso. Murió a causa de problemas hepáticos cuando le quedaban unos pocos años para su soñada jubilación. Consumió alcohol y fumó hasta aproximadamente un año antes de morir. 

Mi madre, de profesión bordadora y entregada de lleno a las necesidades de la familia, estuvo durante muchos años ayudándonos en la empresa: todavía hoy nos trae el bocadillo cada mañana.

Era y es una mujer callada de aspecto menudo y de rostro poco sonriente, guardando siempre las apariencias, aunque cada vez menos, cosa que me alegra. Muy agradecida, es de las que pide poco, de aquellas personas que aunque no te entienda te escucha. Siempre cerca si le necesito, al lado, cuidadora, paciente, constante… Cuando mi padre iba a la casita de la montaña, ella iba un día más tarde, y no todos. Según ella, tenía que ayudarnos en la empresa o tenía cosas que hacer.

Años más tarde supe que mi padre maltrató a mi madre. Si no físicamente, ya que nunca lo vimos, si psicológicamente, como ella me confesó más tarde. Mi madre nunca fumó y su consumo de alcohol, si antes fue irrelevante, hoy es nulo.

Con mi hermano, que es tres años mayor que yo, casi nunca tuvimos una relación cercana: él sus amigos, yo los míos. Cuando nos acercamos más fue en verbenas o fiestas donde incluso cayo algún abrazo… con consumo de por medio. La única relación que nos une a día de hoy es el trabajo. Tenemos una empresa común que empezamos allá por el 79.Él se encarga de la parte productiva, yo de la gestión y administración. Él es artista, artesano rozando lo bohemio, amante de trabajar y de evadirse con supuestas obligaciones… Chocamos cada vez menos, ha sido y es un trabajo emocional importante. Es frecuente saber que está en la empresa fuera de horario laboral preparando yo que sé que solo puede hacer él… Tristemente, creo que tiene dependencias anímicas y físicas. Ojalá que algún día se dé cuenta y tenga la suficiente fuerza para pedir ayuda. Cuando lo haga, yo estaré ahí.

HOLA ALCOHOL

Mi consumo de alcohol en la infancia fue “inocente” y casual, un poco de “pa amb vi i sucre”, agua del Carmen, y algún “vasito de coñac” si dolía una muela. De cava, poco, ya que mi familia no era muy dada a fiestas tipo bodas, bautizos, y comuniones. Fue a partir de mi mayoría de edad cuando empecé a consumir socialmente, que es lo que hacíamos todos, lo que yo veía en casa y en mi entorno: una “cervecita”, un “cubatita”, etc.

Recuerdo que tendría unos 19 años y un día llegue a casa “pasado” después de jugar un partido de waterpolo. Tuve una bronca con mi padre(de hecho mi padre nunca me pegó y de abroncar, poquito). Aunque me hubiese pegado, dudo que el resultado hubiese sido distinto: un silencio o una fija mirada por su parte eran suficiente para que mis piernas temblasen. Ello no me supuso freno en mi consumo, pero sí que me indicó que lo mejor era medir las consecuencias de mi consumo, aprender a disimular mi estado cuando iba pasado y aparentar estar bien. Después de la práctica casi diaria, ¡lo conseguí! Era tristemente divertido.

Poco después llega la mili, un año y pico de evasión, vagancia,  auto convencerse de que uno ya es mayor para hacer ciertas cosas.

“Ya soy libre”, me decía. Con veinte y pocos años, autónomo económicamente hablando, con coche propio, tras algún engaño amoroso y una imperiosa necesidad de desapego familiar, y tras no se con cuantas excusas más como “¿qué voy a beber si no tiene algo de alcohol?” y “¿dónde voy a ir sino a la discoteca o al bar musical?”, cogí aficiones tipo jugar a billar y cantar en karaokes, todo en modo semi-profesional. Era bueno en casi todo lo que hacía. Me salía bien, no tenía constancia, pero tenía habilidades, habilidades para continuar y aumentar mi consumo y supuesto control. Un día en un club de billar me da pánico la propuesta que me hacen de consumo de droga ilegal para aguantar más. Evidentemente me aparto de inmediato, eso no lo controlaba. Esto sería alrededor de los treinta. Pensé que era momento de sentar cabeza.

YO PAPÁ

Alrededor de los 30 me emparejé con Puri, la que más adelante será la madre de mi hija, Aida. Mujer sencilla, trabajadora, buena madre, con una familia unida y dada a los encuentros, donde uno se apoyaba en el otro, o al menos eso era mi percepción.

Aquel entorno me confortaba. Creo que lo que me empujó hacia ella fue mas necesidad de huir hacia algún lado que intuía más coherente, estable y aparentemente más arropado que aquel en el que estaba viviendo. Tras apenas un año de convivencia llego Aida, mi hija.

Al llegar Aida empezamos a reunirnos con amigos en casa o en sus casas, y cuando puntualmente salíamos con 30 y pico años era ir a por todas. Las Navidades, cumpleaños o fiestas especiales eran con preparativos que se trabajaban durante semanas. Tras un periodo en el que me di a conocer en el entorno de los amigos de Puri, fue un “buen amigo” el que, a la vista de que el exceso en consumo del alcohol no nos provocaba los síntomas de antaño, propuso una “fiesta” para conocer a la que sería mi gran “novia”, la cocaína. ¡Aquello fue la bomba! La cocaína me permitía tomar cantidad de alcohol y minimizar sus efectos. Disimulaba más todavía. Pero eso solo fue al principio…

Llegaba a extremos de no poder articular palabra, de no poder moverme, y ella siempre me pedía más y más… despierto sobre la cama, mirando al techo, y repitiendo: “esta es la última”, “mañana no”, “esta es la última”. Y mañana, otra vez, el infierno. Estuvo conmigo unos 15 años, desde los 30 hasta los 45. Durante este tiempo a Aida le diagnosticaron autismo con brotes psicóticos, hecho que no me impedía el consumo. Al revés: para mí era una excusa potente, “pobre de mí”, “qué desgraciado soy”, “no me merezco esto”, me decía. La situación me llevó a la ruina económica, no solo por lo caro

que es el consumo sino sobre todo por el abandono de mis funciones: no es lo mismo pagar los impuestos al día que con recargo, por ejemplo… Nos embargaron las máquinas de la empresa, los bancos no nos daban crédito y las deudas aumentaban día a día. También me separé más de la familia. Mientras consumía, intentaba que nadie me viese y, por supuesto, la familia menos: alcohol vale, pero drogas… Los “amigos” y familiares que me veían eran cómplices de mi consumo. A menudo era yo quien invitaba y así podía consumir con más libertad.

JUDITH

Hace unos 9 años, en otro intento de huir hacia adelante, me acerqué a Judith. Nos conocimos cuando, para poder descansar de Aida, empecé a cantar en un coro de góspel. De Judith me atrajo principalmente su carácter, fuerte, con opinión.

Recuerdo que discutíamos mucho, no por el consumo, ya que ella desconocía mis adicciones ilegales. Discutíamos por otras cosas: yo, siendo empresario y autónomo desde los 18, no soportaba que una chica 10 años menor me mandase. Era y es una mujer que se hace escuchar. Eso me daba vida e ilusión… En aquel momento todavía vivía con Puri, que trabajaba 6 de las 7 noches de la semana y con la que apenas tenía relación si no había tóxico de por medio.

Estuve un tiempo haciendo esta doble vida: cuando estaba con Judith era un hombre y amante perfecto, que tomaba solo alcohol en nuestras excitantes citas de incógnito, un par de días a la semana. Cuando estaba en casa era el padre perfecto, que consumía de todo con el beneplácito del entornoeso sí, también engañaba con la cantidad: casi siempre me guardaba un poco más “para luego”, que ya sabía yo que me haría falta…Esta situación creo recordar que duró algo más de un año, un año terrible, un año que no se lo deseo a mi peor enemigo, un año de arriba a abajo, con paranoias, ataques de ansiedad, insomnios, siendo esclavo del consumo diario y a menudo exagerado. Si no tenía de una cosa aumentaba la otra, con miedo a vivir el mañana…

Tuve suerte, mucha suerte. Mi cabeza aguantó, mi cuerpo también, y afortunadamente no provoqué ningún accidente, ni robé, ni agredí a nadie. Mucha suerte… Por esa suerte, o por miedo, o porque me vi con poca cuerda, un día tuve un segundo de lucidez y pedí ayuda a Judith, que desconocía mi adicción, y tuve suerte de que ella fue muy rápida y me guio al día siguiente hacia el Centro Terapéutico La Garriga…

MI GRAN NOVIA

Poco a poco, y de una forma maquiavélica, ella me cautivó, ella me llamaba cada vez más a menudo, y nuestras citas dejaron de ser públicas o en familia, pasaron a ser en privado, encerrados…Cada vez me pedía más y más, y mi estado acabó siendo penoso.

Aquel entorno me confortaba. Creo que lo que me empujó hacia ella fue mas necesidad de huir hacia algún lado que intuía más coherente, estable y aparentemente más arropado que aquel en el que estaba viviendo. Tras apenas un año de convivencia llego Aida, mi hija.

Al llegar Aida empezamos a reunirnos con amigos en casa o en sus casas, y cuando puntualmente salíamos con 30 y pico años era ir a por todas. Las Navidades, cumpleaños o fiestas especiales eran con preparativos que se trabajaban durante semanas. Tras un periodo en el que me di a conocer en el entorno de los amigos de Puri, fue un “buen amigo” el que, a la vista de que el exceso en consumo del alcohol no nos provocaba los síntomas de antaño, propuso una “fiesta” para conocer a la que sería mi gran “novia”, la cocaína. ¡Aquello fue la bomba! La cocaína me permitía tomar cantidad de alcohol y minimizar sus efectos. Disimulaba más todavía. Pero eso solo fue al principio…  #muchasuerte

TRATAMIENTO

Entré en el centro el 17 de noviembre del 2010. Ese día lo tengo en mi calendario como el día de mi nacimiento. 

Sin entender nada, sin poder apenas ni atender a lo que me decían, intentando retener, filtrando la información que me daban.

Pero iba cada día, por la mañana centro de día, por la tarde terapia en grupo, sábados veteranos, los martes terapia de referencia, familias, parejas… En el centro me han enseñado a andar, a respirar, a hablar, a compartir, a sonreír, a hacer cosas en compañía, a ayudar, a disfrutar del momento… En definitiva, a vivir y ser libre.

¿Que si ha sido duro? ¡En absoluto! Lo duro era ir a por droga, esconderse, mentir, afrontar la realidad sin saber hacia dónde ir, la soledad, eso es duro…

Este año cumplo 7 años sin consumo, y no os podéis imaginar todo lo que he vivido en este tiempo. Hace poco trasladamos la empresa a unas nuevas instalaciones donde doblamos el espacio de trabajo con un éxito rotundo. Entre otras cosas, salvamos las máquinas por delegar la gestión de empresa… Voy a conciertos, me encanta ir a restaurantes, de tapeo, a fiestas, viajo mucho, hago de todo, de todo sin consumir, y si me molesta un ambiente o situación, me voy. Soy libre, nada me ata. Esto es vivir, no sobrevivir…

Sigo viendo periódicamente a mi hija Aida, que está en una residencia con chicos y chicas semejantes. Es el mejor sitio donde puede estar, un lugar donde está bien atendida. Con su madre tengo un diálogo fluido y entendimiento. Con mi madre hay un constante acercamiento y un día a la semana vamos a ver a Aida juntos. Con todo aquel que ha querido vivir mi rehabilitación abiertamente tengo una estupenda relación.

Con Judith nos hemos casado y celebramos nuestra boda con un centenar de amigos y familia. No hubo alcohol y sí hubo bailes, risas, abrazos, y complicidad de la buena. Y de viaje de novios, a París, claro. Vivimos en un encantador pisito y disfrutamos cada día más el uno del otro. A menudo hacemos partícipes de nuestra felicidad a la familia y amigos, nos entendemos, nos inventamos ilusiones, tenemos proyectos comunes. A veces discutimos porque somos peleones y nos gusta mandar, compartimos espacios y vida, sobre todo vida… #yomepidovida

HOY

No veo mi vida a día de hoy como algo maravilloso. No es de fuegos artificiales. Veo mi vida como una situación y un momento para disfrutar, para sentir, para vibrar, para convivir, incluso para discutir o llorar… y después de disfrutar, sentir, vibrar y llorar, volver a mi estado natural de confort y tranquilidad. He aprendido a darme cuenta de que donde mejor estoy es en mi realidad, dejarme sentir, escucharme, y vivir aquí y ahora…

Cada día sea lunes, martes, sábado o domingo,  me levanto de un salto, abro la ventana y noto el aire que me acaricia la cara. Con los ojos cerrados respiro y siento que estoy vivo, ya puedo desayunar… Subo en la moto y arranco, la vibración de el motor me sube por el cuerpo y siento que hoy pasaran grandes cosas… gas suave y zigzagueo las alcantarillas, despacito, no quiero llegar pronto, disfruto del viaje… hoy será una gran día, y mañana también…

De todo ello, el gran responsable ha sido el Centro Terapéutico la Garriga, los terapeutas, monitores, compañeros y veteranos, que me recibieron con los brazos abiertos, que me mimaron hasta convencerme de que si me dejaba llevar podría tener una vida, y no lo creí…

Tenía la cabeza tan destrozada y tan maltratada por los tóxicos que no lo creí por que no reconocía lo que era vivir. Lo que sí tenía claro era dónde no quería volver, y con ello les di un voto de confianza. A todos ellos, adictos recuperados que me decían constantemente algo así como “yo estaba como tu hace un tiempo”, y aun sin creérmelo eso fue calando, y los veía, y los miraba, y los admiraba. Sobre todo les escuchaba con esa fluidez de palabra y conocimiento que a mí me sonaba a música celestial, y yo quería ser como ellos. Tuve la gran suerte de tener unos enormes veteranos que me dedicaron mucho de su tiempo para mi recuperación. “Déjate ayudar”, me decían, “no filtres los mensajes”, “llámanos”. Y así lo hice, sin creer… Con el tiempo he sabido que yo también les ayudaba manteniéndoles en contacto con el tratamiento.

Soy consciente de que mi adicción es una enfermedad crónica, de que si no la cuido es progresiva y mortal. Ahora me encuentro con la inquietud y a la vez la necesidad de ayudar a otras personas adictas a encontrar un camino hacia la salvación, un camino parecido al que encontré yo.

Por eso, junto a varios de mis compañeros de tratamiento hemos decidido crear la “Asociación Nati Garcia de Ayuda a adictos en riesgo de exclusión”, para acercar el tratamiento a personas cuya adicción les ha situado en una situación límite. Somos adictos recuperados dispuestos a ofrecer ayuda, la misma ayuda que recibí y recibo, y que me ha permitido entender que puedo disfrutar sin tomar, y en definitiva vivir y ser libre.

 

En memoria de Jordi Julià Figueras (DEP)